Cuando Kurt Masur aceptó el cargo de director en la Orquesta Filarmónica de Nueva York, le precedía la fama del prusiano gruñón que exige disciplina y rendimiento. Pero bajo su mando, la orquesta volvió a encontrar su inspiración y precisión. Es posible que algunos críticos no confiasen en que un director educado bajo el régimen de la RDA pudiese asentarse rápidamente en el mercado estadounidense. Pero él consiguió ilusionar a los neoyorquinos con su esmerada programación y sus conciertos adicionales.
Kurt Masur nació el 18 de julio de 1927 en Brieg, en la región de Silesia. Después de una formación como electricista y un corto servicio militar se inscribió en el conservatorio de Leipzig y estudió piano, composición y dirección. Tras varios puestos como maestro de capilla en Erfurt, Leipzig, Dresde y Schwerin, el famoso director Walter Felsenstein se lo llevó como director a la Opera Cómica de Berlín en 1960. Un cargo importante que, posteriormente, Masur abandonaría para dedicarse a la dirección por libre.
En 1970 se convirtió en maestro de capilla de la Gewandhaus de Leipzig y durante más de 25 años dirigió esta orquesta, considerada la más antigua de Alemania. Bajo la batuta de Masur, dieron conciertos por todo el mundo y con más de 100 grabaciones, Masur llevó a la orquesta de Leipzig a la élite internacional. “La orquesta y yo conseguimos ganarnos a la gente. Tenían la sensación de que tocábamos para ellos, con el afán de darles fuerza para vivir sin importar la situación o la posición”, dijo Kurt en una ocasión sobre su cargo en Leipzig.
Compromiso político
Gracias a su habilidad diplomática, también pudo luchar al lado de los artistas para conseguir ciertas libertades. Enfrentándose al rechazo de la plana mayor del partido, consiguió una nueva construcción para el Gewandhaus.
El 9 de noviembre de 1989, Masur tenía planeado hacer una prueba de “Till Eulenspiegel” de Richard Strauss con la orquesta de la Gewandhaus. Pero por temor a que las legendarias manifestaciones de los lunes que agitaban la Alemania Democrática terminasen en un baño de sangre, firmó una llamada a la “no violencia” con otras cinco personalidades de la política y la cultura. “La renovación democrática del país también se medirá en que podamos impedir para siempre cualquier forma de censura, sea encubierta o pública”, decía el postulado. Como “político a su pesar”, como él mismo decía, Kurt Masur se convirtió en el “Salvador de Leipzig”.
Reconocimiento internacional
En algún momento, se llegó a hablar de él como candidato a la presidencia. Y cuando se rumoreaba que iba a dejar su cargo en la Gewandhaus, Masur cerró esta etapa al frente de la orquesta. Entre otras cosas, porque temía un retroceso de la cultura. “Como últimamente solo se me necesita para destruir lo que he construido, no estoy en el sitio correcto”, dijo.
Poco después sorprendió abandonando su cargo al frente de la Filarmónica de Nueva York, anunciando a los neoyorquinos que quería concentrarse en su labor como director en Londres y París. Fue amor a primera vista, explicó como director de la Orquesta Nacional de Francia. Kurt Masur emprendía un nuevo reto y los jóvenes de la orquesta eran ambiciosos, querían trabajar duro y tenían madera para llegar a la cima.
A sus 85 años, y ya marcado por la enfermedad de Parkinson, Kurt Masur ya no tenía más que demostrar. Aun así, en diciembre de 2012 actuó en el Gasteig de Múnich con la Filarmónica de Dresde. Según la Filarmónica de Nueva York, el funeral se celebrará en privado y habrá una ceremonia pública en su memoria